
Instrucciones para preparar café (y despertar)
- Katherin Pérez
- 9 mar
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 29 mar
Para despertar, necesitas que suene una alarma.
Aunque, con el paso de los años,
la consciencia te empieza a despertar antes
recordándote que la vida está afuera del sueño
…¿o no?
En todo caso, el sol que disuelve la oscuridad
es el especialista en levantar,
o al menos en recordarte que es de día,
lo cual significa que hay una nueva oportunidad
para prepararte una taza de café.
Y es que, después de tomar,
prepararlo es uno de los mayores placeres
que puede experimentar un amante del café por las mañanas.
Para eso, primero debes levantarte de la cama y dirigirte a la cocina.
Está bien si antes de iniciar te tomas un vaso de agua,
sí reduces la ansiedad que nace del estómago
y puedes concentrarte con mayor tranquilidad
en la delicada tarea a la que, en realidad, te conduces.
Ahora sí, dispuesto, lo primero es abrir la llave del gas.
En muchas regiones de Colombia,
sobre todo en pueblos pequeños,
existe la costumbre de cerrarla por las noches.
Un hábito que, supongo, nace del miedo a que una fuga silenciosa nos deje en ese sueño eterno
del que todos sabemos certero,
pero que ninguno de los vivos aún conoce.
Encender por las mañanas y apagar por las noches el gas:
una rutina,
un recordatorio,
una manera de aferrarnos a la vida.
Las técnicas de preparación del café varían,
dependen del gusto del hacedor.
Para mí, la cafetera italiana es la favorita.
Me gusta porque el café se hace a través de un proceso físico inverso,
donde el agua se evapora desde la parte inferior
y sube hasta encontrarse con el café molido.
Entonces, debes llenar el recipiente inferior con agua.
La cantidad depende de cuántas tazas quieras,
pero si la jornada apenas comienza,
lo mejor es llenarlo por completo.
Esa medida rinde para cuatro generosas tazas.
El agua cambia de estado líquido a gaseoso
una vez alcanza el punto de ebullición.
El café debe ponerse en el recipiente removible que se ubica en la mitad.
La cantidad varía según la intensidad que busques,
pero ya dijimos que vamos por cuatro tazas.
Es la dosis recomendada.
Así que, por cada taza, agrega una cucharada grande.
Ahora, toma la parte superior de la cafetera y enróscala sobre la base,
girándola firmemente hasta sellarla.
Este es un gesto casi ritual,
como cerrar un pacto con el café antes de que se haga realidad.
Coloca la cafetera sobre la estufa.
Gira la perilla a la derecha,
manteniéndola presionada para activar la chispa que enciende el fuego.
Es ahí cuando el agua empieza su danza hacia el hervor.
A medida que el calor aumenta,
el café emerge, ascendiendo lentamente,
como si despertara con la misma calma que tú.
Tomará unos minutos para estar listo.
Ese tiempo, aunque breve,
es perfecto para inspeccionar la casa,
asomarte al patio si tienes uno
y observar la revolución de los pájaros
o la claridad transformando el cielo.
O mejor aún,
buscar un libro y traerlo contigo.
Siempre es buena compañía en cualquier espera.
Cuando el aroma del café te alcance
y verifiques que la parte superior de la cafetera está llena, es momento de apagar el fuego.
El aroma que llena la cocina,
y en ese instante, más que despertar,
empieza el día.
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